HOJAS SUELTAS… La Historia de la XEQE “La Perla Camaronera”.

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Por Silviano de la Mora


En las memorias de Escuinapa, ese rincón sinaloense donde el sol pega fuerte y los huertas de mango se bañan de oro cada atardecer, hay nombres que el pueblo no olvida. Uno de ellos es Francisco Millán de la Mora. Lo dicen con respeto, pero también con cariño. Porque hablar de él es hablar de la radio, de la XEQE, de esa voz que durante años acompañó a miles: en el desayuno, en la faena del campo y en el regreso a casa, en aquel Escuinapa nostálgico que se nos fue.

Francisco no llegó a la radio por casualidad; la llevaba en la sangre. Su padre, don Francisco Millán Ramos, fue uno de los pioneros de la industria radiofónica en Sinaloa, al igual que figuras como Roberto Pérez Alvarado y Roque Chávez, en Los Mochis y Guasave; Héctor Ramos Rojo y Max Gómez Blanco, en Culiacán; Óscar Pérez, en Mazatlán; y Luis Pantoja Parra, en el municipio de Rosario. Fueron hombres visionarios que apostaron por la radio cuando pocos creían en su potencial.

Millán Ramos fundó la XEQE, “La Perla Camaronera”, en una época en que establecer una estación en un pueblo costero parecía una idea descabellada. Sin embargo, lo consiguió. Con firmeza y una visión clara, transformó la radio en mucho más que un medio musical: la convirtió en una compañía cotidiana y en un espacio de encuentro para la comunidad.

Y ahí creció Francisco, entre discos de acetato, cables, consolas y micrófonos. Mientras otros diversificaban sus actividades, él escuchaba noticieros, aprendía cómo se armaban los programas y, sobre todo, comprendía algo fundamental: que la radio no solo se produce, se vive. Que es más que una transmisión: es una conexión.

La vida, sin embargo, no le dio tiempo de prepararse. La muerte inesperada de su padre alteró por completo su destino. La Perla Camaronera, ese faro que alumbraba al pueblo, se quedó sin capitán. Y el joven Francisco Millán de la Mora, aún lleno de más preguntas que respuestas, tuvo que tomar el timón.

No fue fácil. La sombra de su padre era larga, y las dudas diversas. Pero algo tenía claro: no iba a dejar caer lo que su padre había construido. Con paso firme, aunque por dentro temblara, se hizo cargo de la emisora. No solo la sostuvo: la transformó.

Francisco entendió que el secreto de la radio residía en mirar y escuchar a la sociedad escuinapense. Comenzó a introducir programas que abordaban la vida cotidiana: lo que ocurría en el mar, en las calles, en los campos. Dio voz a los pescadores, a los jóvenes, a los abuelos. Habló de lo que realmente importaba. Y, lo más importante, permitió que la gente también tuviera su espacio para hablar.

No se conformó con lo tradicional. Se atrevió a innovar. Mejoró el sonido, exploró nuevos formatos y abrazó las tecnologías, sin perder la esencia de siempre. Bajo su dirección, la XEQE no solo sobrevivió, sino que floreció. Se convirtió en un reflejo del pueblo, un foro abierto, un espacio de expresión para los escuinapenses.

Dicen los que saben que Francisco llevó la radio a buen puerto. Pero ese “buen puerto” no significaba solo que la estación siguiera en funcionamiento. Significaba que logró ganarse el corazón de la gente. Que la estación se convirtió en un espacio donde la comunidad pudiera reconocerse, escucharse y acompañarse.

La historia de Francisco Millán de la Mora es la de un hijo que honró el legado, pero nunca se quedó en el pasado. Supo que el verdadero poder de la radio radica en escuchar a su gente, en hablarles con honestidad, y en estar siempre presente, como una voz amiga que nunca se apaga, siempre al otro lado del cuadrante.

(Fragmento del proyecto editorial denominado: “Escuinapa al Aire: La Historia de la XEQE”)